miércoles, 17 de agosto de 2016

                       LA CATEDRAL DEL PARANÀ

Colocación de la Piedra fundamental (1)
(1º de enero de 1883)

    “La aurora del día primero del año aparecía risueña; los ánimos preocupados con la suspirada fiesta pisaban con entusiasmo y regocijo los umbrales sembrados de rosas del año nuevo, que se iniciaba con el esplendor de lo grande y la satisfacción de una necesidad imperiosa. Iban los dignos por tanto de numeroso concurso y lleno de interés. A las 12 del día domingo el estruendo de las bombas, y el alegre tañido de las campanas anunciaban la proximidad de la fiesta, que se había señalado para las cinco y media de la tarde. A esa hora efectivamente se hallaba reunido un inmenso gentío, bajo las bóvedas vistosas y flamantes de banderas y gallardetes, que adornaban el local adyacente a la antigua catedral. Aún en el recinto de la Capilla provisoria, levantada sobre la excavación, en que debía colocarse la piedra fundamental del nuevo templo, era tal la aglomeración del concurso, que con dificultad podía oficiarse.

    El adorno del local y la abundancia de hermosas coronas ofrecían un precioso golpe de vista, que es sensible no halla sido reproducido por la fotografía.

    El Excmo. Señor Obispo Diocesano se dirigió desde su Palacio al templete, de que hemos hecho referencia, acompañado del señor Manuel Crespo, representante de el Presidente de la República, y de una selecta comitiva de caballeros, que con dificultad se abrió paso por entre la multitud apiñada. El Cabildo Eclesiástico y el del Clero de la Ciudad rodeaba a su venerable Prelado, y se hallaban presentes también la Honorable Corporación Municipal, el señor jefe Político del departamento y las Comisiones del Templo.

    Revestido el Excmo. Prelado Pontifical comenzó la augusta ceremonia, sublime y grande, como todos los ritos uniformados por el Espíritu de la Iglesia, tejida de afectuosas oraciones, de salmos elevados, de esperanzas y gemidos, de consuelos y nobles aspiraciones.

    Después de invocar el Espíritu de Dios, fuente de toda santidad y fortaleza, sabiduría y poder, descendió la bendición del Pontífice sobre el fundamento del Templo Catedral. Acto continuo de bendecida la Piedra Fundamental, labrada en granito del país, se colocó en la excavación que llevaba, una caja de plomo que contenía un ejemplar del acta levantada, que firmó S.S.I., el representante del Padrino, el Cabildo y el Clero y la Comisión de caballeros, encargada de presidir a los trabajos de la Nueva Catedral y los señores Arquitecto y Constructor de la obra. Varios de los asistentes depositaron también en la mencionada caja de plomo algunas monedas y otros objetos adecuándose luego la caja y cerróse la Piedra; bendijo S.S.I. el sitio donde deberán abrirse los cimientos, y dirigió la palabra a la concurrencia, desarrollando temas de importancia, oportunidad e interés, con sencilla, hermosa y fácil elocuencia.

    Manifestó S.S. que en medio del incesante progreso de las sociedades actuales en ciencias, arte, industrias y comercios era necesario también progresar en la esfera moral y religiosa, base necesaria de todo adelanto saludable; que la colocación de la Piedra Fundamental de nuestro Templo satisfacía una exigencia legítima de esta sociedad altamente culta y profundamente cristiana; y venía a llenar la aspiración de todos. Hizo ver con este motivo, el cristiano mismo acogía bajo su regazo divino a las artes, les daba hospedaje en el santuario, las consagraba en los altares y hacía bajar sobre la frente de los genios el rayo que coronó a Miguel Ángel, dio colorido al divino pincel de Murillo y Rafael, y comunicó vida a las obras de los artistas cristianos. Adelantándose a contemplar lo que será nuestro Templo un día, con sus bóvedas majestuosas, su cúpula soberbia, sus magníficas columnatas, su atrevida grandeza. La luz aterciopelada y suavísima a través de los cristales, los graves y sonoros acordes del órgano, la majestad del santuario. El consuelo que derrama la soledad augusta del templo en los corazones enlutados, la dignidad varonil en que se reviste en el cristiano, las hermosas pinturas, las esculturas admirables, todo pasó por la imaginación del Pastor regocijado, impresionando al concurso.

    Un voto de gracias y una palabra de aliento coronaron su magnífica oración. El se dirigió a las almas creyentes…con la audacia de la fe, que secundando las miras del Pontífice han emprendido esta nueva obra: él hablo a esas almas con el lenguaje del alma, les recordó que las obras meritorias se acrisolan con la contradicción; que podían contar con los Excmos. Gobierno Nacional y de la Provincia, y con la voluntad generosa de esta sociedad, siempre benéfica y desprendida, y terminó pidiendo un aplauso y un recuerdo imperecedero para el primero del año 1883, señalado con este acontecimiento, digno de alto recuerdo.

    Después de este magistral discurso, que agradó sobremanera a la concurrencia, comenzó la repartición de medallas conmemorativas, verificadas por las señoras de la Comisión y señoritas asociadas a ellas; y finalmente se leyó el acta, terminando así esta grandiosa fiesta.
El piquete de la ciudad hizo los honores a la ceremonia y una guardia veló toda la noche la Piedra Fundamental.

    Las bandas de música del Pueblo, Piquetes y del Club Artesanos amenizaron la solemnidad, y un coro de niños cantó un precioso himno alusivo al acto, cuya letra y música son debida a la reconocida competencia del Presbítero Don Celestino L. Pera.

    El Pueblo se retiró regocijado y satisfecho; ¡que este mismo Pueblo no olvide jamás este acto, y lo conserve en lo más glorioso de sus páginas!

    Deshojad vuestras flores sobre esa Piedra, que cimentará vuestra honra, vuestro progreso y verdadera libertad. La esclavitud no ha brotado jamás de los templos católicos. Dos cosas son desconocidas para el cristiano sincero: la adulación y la rebeldía. Edificar, pues, un templo es echar los fundamentos del orden y de la libertad, de la paz y del bienestar, de la prosperidad y del honor”.

(1) Relato de la Colocación de la Piedra Fundamental de la Catedral de Paraná, 1º de enero de 1883. Documento del Archivo del Arzobispado de Paraná.

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